16 marzo 2020

De Chagall a Malévich: el arte en revolución 2nda parte y final

1era parte
https://hugoklico.blogspot.com/2020/03/de-chagall-melevich-el-arte-en.html

De Chagall a Malévich: el arte en revolución. 2nda parte y final

Sala de exposiciones de la Fundación MAPFRE Recoletos.





Comisario Jean-LouisPrat
Coordinación Anna Wieck Tijan y Casilda Ybarra Satrústegui
Registro Virginia Cañas Cañas
Dirección de montaje e iluminación Pedro Benito Albarrán
Gráfica Juan Antonio Moreno y Gonzalo Serrano
Dirección del catálogo Francisco J. Rocha
Restauración Gema ÄlvaroLeopoldo Casero y Nieves Peñalver
Realización del montaje Feltrero división Arte S.L.
Organizada por Fundación Mapfre con Grimaldi Forum de Mónaco

Los textos y comentarios de obras formaron parte de la exposición y pertenecen a la comisario Jean-LouisPrat,


Cubofuturismo y rayonismo

A la influencia del cubismo pronto se unió el gran impacto provocado por la difusión del futurismo italiano; así nació una nueva tendencia sincrética netamente rusa: el cubo futurismo

Este movimiento establecía una síntesis del espacio pictórico cubista, fragmentario y desafiante para la mirada, con los temas urbanos e industriales y el dinamismo de la vida moderna de los futuristas. Las pinturas Hombre+Aire+Espacio de Liubov Popova  o El velocipedista (El ciclista) de  Natalia Goncharova – una de las obras más celebradas de esta corriente- reflejan de manera patente esta combinación.

Goncharova  y  Mijail Lariónov  habían abandonado en 1911 el grupo La Sota de Diamantes con la intención de alejarse definitivamente de las tendencias occidentales y abogar por un arte más intensamente orientado hacia las tradiciones populares; fue el origen del colectivo La cola del asno. A través de éste, Lariónov dio a conocer el rayonismo que convivió con el cubo futurismo y compartió muchas de sus características. El rayonismo, una fusión del cubismo, el futurismo y el orfismo de los Delaunay (2), se inspiraba en las ideas del filósofo Uspenski y se apoyaba en la teoría de los rayos entrecruzados que rompían formas y objetos; para Lariónov, ese “intenso e incesante drama de rayos” evidenciaba  la unidad de todas las cosas. 

En las obras rayonistas, el tema queda supeditado a las cualidades de la pintura en sí misma: La luz, el color, la textura y el tono. Si Lirios rayonistas de Natala Goncharova y El circo de Shevchenko presentan todavía motivos reconocibles, la Composición Rayonista de éste último recoge ya con la máxima fidelidad el nuevo espíritu: una pintura sin tema discernible, una dinámica mezcolanza onomatopéyica de letras, números y ángulos que se aproxima a la abstracción.




  


Vladímir Baránov-Rossiné
Ritmo, 1913. Zinc, óleo y gouache sobre madera.
Colección V. Tsarenkov
  


Alexandra Exter
Composición, 1914. Óleo sobre lienzo
Galería Estatal Tretiakov, Moscú. Donación de G. Costakis, 1977


Liubov Popova
Arquitectura pictórica, 1916-1917. Óleo sobre lienzo
Museo-Centro de Esposiciones Slobodskói, en colaboración con el 
Museo Estatal y Centro de Exposiciones ROSIZO
  

Alexandra Exter
Composición, movimiento de planos, 1916-17. Óleo sobre lienzo
Museo de Arte de Nizhni Taguil, en colaboración con el 
Museo Estatal y Centro de Exposiciones ROSIZO


Liubov Popova
Arquitectura pictórica, 1916. Óleo sobre lienzo
Colección Ekaterina & Vladimir Semenikhin


Alexandr Ródchenko
Abstracción (Ruptura), 1920. Óleo sobre lienzo
MoMus, Museo de Arte Moderno-colección Costakis, Tesalónica 



Vasili Kandinski
Murnau. Jardín II, 1910. Óleo sobre cartón
Merzbacher Kunststiftung, Suiza

La indagación en el arte como herramienta de introspección psicológica y espiritual, el uso del color en cuanto elemento generador de emociones y la metáfora de la música como lenguaje que no imita a la  naturaleza se cuentan entre las claves que convierten a Kandinski en uno de los padres de la abstracción. 

El artista glosó algunas de sus propuestas en diversos tratados, en especial en el muy influyente De lo espiritual en el arte: “La necesidad interior tiene su origen en y está determinada por tres necesidades místicas:

1.      El artista, como creador, ha de expresar lo que le es propio (elementos de la personalidad).  El artista, como hijo de su época, ha de expresar lo que es propio de ella (elemento del estilo, como valor interno, constituido por el lenguaje de la época más el lenguaje del país, mientras este exista como tal). El artista, como servidor del arte, ha de expresar lo que es propio del arte en general (elemento de lo pura y eternamente artístico que pervive en todos los hombres, pueblos y épocas que se manifiesta en las obras de arte de cada artista, de cualquier nación y época, y que, como elemento principal del arte, es ajeno al espacio y al tiempo).”



Marc Chagall
Autorretrato (Cabeza con aureola), 1911. Óleo, gouache y 
pigmento de plata sobre papel de estraza adherido a lienzo
Colección particular



Marc Chagall
El espejo, 1915. Óleo sobre cartón
Museo Estatal Ruso, San Petersburgo

  
Marc Chagall
Composición con cabra, 1917. Óleo, tinta, lápiz negro y 
goma arábiga cobre cartulina Colección particular


Marc Chagall
Composición con círculos y cabra (Teatro Judío), 1920. Óleo sobre cartón adherido a aglomerado de madera. Colección particular

Cuando Chagall llega a Moscú en 1920 desde su ciudad natal, Vitebsk, su universo simbólico cargado de escenas oníricas está plenamente forjado. 

Ese imaginario personal en el que seres humanos y animales parecen flotar y convivir en una rara y cambiante armonía cobra especial presencia en su trabajo para el Teatro Judío de Moscú. 

El encargo de realizar diversos decorados y el programa ornamental de la institución reavivó la escena cultural judía en la nueva capital.

En esta obra, las figuras de aire naif se combinan con la geometría abstracta propia del suprematismo de Malévich. Ello es prueba del intercambio creativo que mantienen los artistas durante los primeros años del nuevo régimen y de la asimilación momentánea por parte de Chagall de las propuestas más audaces de algunos de sus compañeros. 

Sin embargo, en su dinamismo y rigor, las formas geométricas aquí presentes apoyan el aspecto de inestabilidad y de intencional confusión narrativa que recorre la pintura de Chagall, quien nunca llegaría a abrazar completamente la abstracción, como tampoco los postulados de la revolución, ya que abandonará le país de manera definitiva en 1922.


Marc Chagall
Maqueta para el escenario de Mazel tov, de Shólem Aléijem 
(Teatro Judío), 1919. Óleo y lápiz negro sobre papel pegado a cartón 
adherido a papel japonés. Colección particular

 Kazimir Malévich
Litografías para Suprematizm, 34 risúnka (Suprematismo 34 dibuijos). Vitebsk, Unovis, 1920
Bibliothèque Paul Destribats, París


Suprematismo

“Por suprematismo entiendo la supremacía del sentimiento puro en el arte creativo. Para el supremaitista, los fenómenos visuales del mundo objetivo carecen, en sí mismos, de sentido; lo significativo es el sentimiento como tal, algo totalmente distinto del entorno”.

Con estas palabras, Kazimir Malévich declaraba las intenciones del movimiento artístico que crea en 1913, como preparación de la cultura visual de la que será la nueva Rusia –la posrevolucionaria- “intentando desesperadamente liberar al arte del lastre del mundo de la representación”.

El Suprematismo se convierte así en la destilación máxima de la pintura, impulsado por la necesidad de generar nuevos íconos que sustituyeran a aquellos que habían marcado el arte ruso a lo largo de los siglos. 

Tal esfuerzo por silenciar las artes del pasado desemboco directamente en una abstracción geométrica pero en cierto modo impuro, que no ocultaba la pincelada ni la textura de los materiales, y que llegó a ejercer gran influencia en artistas contemporáneos a Malévich como Olga Rózanova o Iván Kliun.


Iván Kliun
Composición esférica no objetiva, 1925. 
Óleo sobre lienzo. MoMus, Museo de Arte Moderno – 
Colección Costakis, Tesalónica


Málevich había asimilado por completo los principios del cubismo para ir un paso más allá, al exponer en la Última exposición futurista de cuadros, 0,10 (1915) su Cuadrado negro sobre fondo blanco en una esquina de la sala. 

Situada en alto, la pintura parafraseaba los íconos ortodoxos que se colocaban en las casas rusas.


Este cuadrado, objeto suprematista por excelencia, que se transforma en cruz o círculo negro – y sucesivamente en cuadrado rojo, cuadrado blanco, etc.- funciona como referente visual a la par que espiritual. 

Con Malévich, la pintura alcanza su grado cero: el mínimo de color, la máxima reducción de elementos figurativos y la anulación de la perspectiva. 

El supematismo sugiere de este modo el nacimiento de un  mundo nuevo marcado por una geometría esencial, que tiene incluso una aplicación en la visión utópica de la ciudad moderna representada por los Arquitectones.


Illá Cháshnik
Círculos dentro de una cruz suprematista, 1926 Acuarela, tinta china y 
lápiz sobre papel. Colección V. Tsarenkov



Kazimir Malévich
Cuadrado negro, c. 1923, Óleo sobre lienzo
Museo Estatal Ruso, San Petersburgo

Cuando Malévich diseñó en 1913 la primera escenografía para la ópera cubofuturista Victoria sobre el sol,  concibió un telón acorde con el componente iconoclasta de la obra: un gran cuadrado negro pintado sobre el fondo claro de una tela de percal se desplegaba ante el público. 

De forma metafórica, este telón marcaba el fin de todo el mundo conocido hasta el momento. 

Cuadrado negro es la abstracción suprema, la pintura en su grado cero, en estado minimal: el mínimo de color – solo el negro, pues el blanco funciona como marco- , el mínimo de elementos figurativos – un cuadrado inscrito en otro cuadrado, que es el soporte mismo, el lienzo – y el mínimo de perspectiva – de hecho, su eliminación.


A pesar de su transgresión, hay en esta pintura un sustrato espiritual que remite a la tradición. La obra contiene, en este sentido, una referencia directa a la tradición del icono bizantino, que sustituye, condensa y recuerda la presencia de lo sagrado. 

Cuadrado negro es así el icono supremo, el último de ellos, y simboliza el cierre de un mundo y el inicio de otro. No en vano, a su muerte en 1935, un cuadrado negro podía verse sobre el catafalco donde yacía el cuerpo del artista. 

Esta pintura, el primer monocromo, precede a algunas de las estrategias que dominarán buena parte de los lenguajes artísticos de la segunda mitad del siglo XX, como el minimalismo pictórico y la noción de disolución física de la obra de arte.


Kazimir Malévich
Arquitectones y estatuillas, finales de la década de 1920. Yeso, conjunto de 28 piezas
Colección V. Tsarenkov






















Kazimir Malévich
Cruz negra, c. 1923. Óleo sobre lienzo
Museo Estatal Ruso, San Petersburgo


Kazimir Malévich
Gota 2-a, 1923 / copia de 1989. Yeso
Centre Pompidou, Musée National d´Art Moderne / Centre de Création Industrielle, Paris.



Kazimir Malévich
Zeta, 1923 / copia de 1989. Yeso
Centre Pompidou, Musée National d´Art Moderne / Centre de Création Industrielle, Paris.


Kazimir Malévich
Círculo negro, c.1923. Óleo sobre lienzo
Museo Estatal Ruso, San Petersburgo
  


Iván Kliun
Luz roja. Construcción esférica, 1923. Óleo sobre lienzo
MoMus, Museo de Arte Moderno- Colección Costakis, Tesalónica.


Ivan Vasilievich Kliun. (ruso 1873 – 1943 Moscú). Pintor escultor y
 teórico del arte. vinculado al movimiento suprematista

 

Olga Rózanova
Composición no objetiva, 1916. Óleo sobre lienzo
Museo Estatal Ruso, San Petersburgo


Iliá Cháshnik
Líneas de colores en movimiento vertical, 1923 – 1924. 
Acuarela sobre papel. Colección V. Tsarenkov


Liubov Popova
Construcción dinámico-espacial, 1921. Óleo y serrín sobre contachapado
MoMus, Museo de Arte Moderna – Colección Costakis, Tasalónica


Vladímir Baránov-Rossiné
Contrarrelieve, 1916-7. Óleo y gouache sobre madera
Colección V. Tsarenkov


El Lisitski

Para la vanguardia rusa posrevolucionaria, la pintura de caballete representaba un pasado aristocrático y burgués destinado a desaparecer, pues simbolizaba los valores de la autocracia zarista. 

En ese contexto, las artes aplicadas –y entre ellas, el mundo del teatro- ofrecían todo un abanico de posibilidades con mayor vocación pública: en lugar del caballete, el escenario.
Victoria sobre el sol es un espectáculo escénico en clave alegórica, con libreto escrito por Alexéi Kruchónij en el neolenguaje denominado zaum (transracional). 

Pone en escena la lucha de una serie de personajes contra el sol, símbolo de las tradiciones y del pasado, tanto teatral como político. En 1913, Malévich había realizado la primera escenografía, con música de Matiushin
Diez años después, El Lisitski trabaja en otra versión de la misma ópera, esta vez con la idea de que fuera representada por bailarines electromecánicos. 

Entre la carpeta de figurines, que dan vida a los personajes destaca El hombre nuevo, héroe protagonista que derroca al tiránico sol y que encarna una alegoría del “recién nacido” en la nueva Rusia alumbrada por la Revolución.

El Lisitski
Deportistas. De Figurines, Diseño tridimensional del espectáculo electromecánico. “Victoria sobre el sol” 1923, folio 6. Litografía sobre papel.
Galería Estatal Tretiakov, Moscú

El Lisitski
De Figurines, Diseño tridimensional del espectáculo electromecánico. “Victoria sobre el sol” 1923, Litografía en color sobre papel.
Galería Estatal Tretiakov, Moscú

El Lisitski
El hombre nuevo. De Figurines, Diseño tridimensional del espectáculo electromecánico. “Victoria sobre el sol” 1923, folio 10. Litografía en color sobre papel.
Galería Estatal Tretiakov, Moscú


Alexandr Ródchenko
El payaso Pierrot, 1910. Tinta, acuarela y gouache sobre papel
MOMus, Museo de Arte Moderno. Colección Costakis, Tesalónica

 

Varvara Stepánova

Figuras (Danza), 1920. Gouache sobre papel
Colección V. Tsarenkov



Boris Ender
Espacio ampliado, 1922-1923
Óleo sobre lienzo
MOMus, Museo de Arte Moderno. Colección Costakis, Tesalónica

En sus escritos, Boris Ender evocó en numerosas ocasiones una sensación empírica según la cual su cuerpo, a través de sus cinco sentidos, se ligaba a la energía del espacio. 

En una anotación de su diario fechada en febrero de 1929, el artista da una explicación pormenorizada de sus series de pinturas sobre las formas orgánicas y la visión ampliada:
“… Me interesa el movimiento en la naturaleza. No el movimiento que produce efectos visibles, como el viento o la carrera, sino el movimiento ondulatorio que cualquier vida oculta sin evitarlo. El movimiento en la naturaleza equivale al ritmo en el arte”.

Espacio ampliado, inscrito en la investigación sobre el color que Boris Ender compartió con Matiushin, fue una de las obras presentadas en 1924 en el pabellón soviético de la XIV Bienal de Venecia.

Pável Filónov
Fórmula de la primavera, 1927-1929. Óleo sobre lienzo
Museo Estatal Ruso, San Petersburgo

Constituye un compendio de la obra de Filónov, una pintura donde el mundo está en perpetua metamorfosis. 

Formada por una amalgama de unidades de colores, como teselas de un mosaico, la composición no parece dejar un solo espacio libre de la tela.

A diferencia del cubismo, la geometría de Filonóv no aprehende el objeto desde varios puntos de vista; se trata más bien de la geometría del universo, que comporta dimensiones superiores a las que conoce el mundo euclidiano heredado de la Grecia clásica y de su desarrollo en el renacimiento.

El método analítico de Filónov, que presenta afinidades con las teorías de Matiushin, supone el autodesarrollo de la forma y su metamorfosis. Filónov, que se definía como “el artista de la eclosión universal”, creía en el método puramente científico de su trabajo, que, según él, permitía “englobar en los cuadros la vida en cuanto proceso biológico”.


Pável Nikoláyevich Filónov (Moscú 1883 – 1882) pintor,
teórico y poeta vanguardista ruso


Kazimir Malévich
Deportistas, 1930-1931. Óleo sobre lienzo
Museo Estatal Ruso, San Petersburgo

 








































Kazimir Malévich
Presentimiento complejo (torso con camiseta amarilla) c.1932. Óleo sobre lienzo
Museo Estatal Ruso, San Petersburgo

Hacia una nueva representación

A partir de 1925, el Partido Comunista apostó por el realismo socialista, estilo concebido para ofrecer imágenes que promovieran una lectura fácil y optimista de la vida soviética. 

En consecuencia, los líderes en el poder condenaron las experimentaciones de la vanguardia tildándolas de elitistas. El respaldo de Stalin a la estética realista, fundamento de la política artística oficial desde 1934, provocó que los artistas se vieran sometidos a presiones desde el estado para adoptar este lenguaje.

En este sentido, las obras de Pável Filónov y Kazimir Malévich representan, desde comienzos de los años veinte, dos caminos distintos a la hora de intentar conciliar el fervor revolucionario, la admiración por las tradiciones artísticas locales y la integridad creativa dentro de un contexto crecientemente hostil hacia su trabajo.

Filónov consideraba que la misión del “artista proletario”, era la de poner en práctica formas de arte que se identificaran con su momento histórico pero que a la vez pudieran trascenderlo. En su obra Cabeza, la aglomeración de formas geométricas que generan una especie de plano de una ciudad se revela, ante una mirada más atenta, como una figura con la mano levantada que surge de ese marasmo urbano; de nuevo, el ícono ortodoxo emerge como una epifanía.

Por su parte, Malévich trató de aplicar las características visuales de la abstracción suprematista a la pintura figurativa en lo que el mismo llamó “supranaturalismo”, un nuevo lenguaje basado en motivos de raíz socialista como el obrero o el campesino. Sin embargo, las figuras solitarias, sin rostro, de inquietante homogeneidad, destilan una desolación que convierte estas obras en las más enigmáticas y polémicas de Malévich: ¿son su aportación creativa al colectivismo soviético o la expresión del desencanto y el escepticismo?

 

Kazimir Malévich
Cabeza de campesino, principios de la década de 1930. Óleo sobre lienzo
Museo Estatal Ruso, San Petersburgo



Boris Ender
Movimiento de una forma orgánica, 1919. Óleo sobre lienzo
MOMus, Museo de Arte Moderno. Colección Costakis, Tesalónica


La escuela de Matiushin

Mijaíl Matiushin fue compositor, violinista, teórico, editor, pintor y profesor asociado a la llamada “escuela organicista” de la vanguardia rusa. Como para la mayor parte de los vanguardistas rusos de su generación, el cubismo y el futurismo tuvieron una gran influencia en su pensamiento. 

A él se debe la partitura de la ópera futurista de Alexéi Kruchónij Victoria sobre el sol. Matiushin quería, al igual que los cubistas, trascender la tridimensionalidad para acceder a una cuarta dimensión, proyecto supeditado a un artista visionario que, mediante la práctica de sus capacidades perceptivas, fuera capaz de reconocer la complejidad y la simultaneidad del espacio y expresarlo de forma visible.

En busca de lo que llamó “visión ampliada”, que comportaba el desarrollo de aspectos tanto fisiológicos como psicológicos de la observación, Matiushin fundó un laboratorio de investigación que bautizó como Zorved (Ver-saber), entre cuyos alumnos se encontraban los hermanos Boris, María y Xenia Ender

Sus obras funcionan esencialmente como paisajes, aunque se alejen de las convenciones tradicionales del género. Movimiento en el espacio, de Matiushin, plantea un estudio dinámico del movimiento y del color que resulta completamente abstracto, mientras que Movimiento de una forma orgánica, de Boris Ender, muestra una variedad ligeramente caótica, vibrante y acelerada de formas de la naturaleza. Espacio ampliado, del mismo autor así como la serie de pinturas sin título de Xenia Ender son cuadros en cuya superficie plana se enfatizan las relaciones entre las masas y las vibraciones que surgen del encuentro de colores y formas.

Se trata en definitiva, de obras que hablan de cómo toda nueva plasmación de la realidad tiene su origen en una forma distinta de percibirla.





Mijail Matiushin
Movimiento en el espacio, c. 1921. Óleo sobre lienzo
Museo Estatal Ruso, San Petersburgo

Este óleo forma parte del conjunto de obras en las que Mijail Matiushin plasmó sus ideas sobre la interacción de los colores la “visión ampliada”. Formulada a principios de los años veinte, esta teoría fue tomada como base de trabajo por el grupo Zorved (ver – saber), creado en Leningrado por el propio Matiushin y Boris Ender. Decidido a superar el impresionismo pictórico, que solo captaba el aspecto fenomenológico y fragmentario de la luz, Matiushin se prodigó en experimentos sobre el color y cómo lo percibe el ojo humano en distintas condiciones.

Movimiento en el espacio es, de ese modo, una expresión radical del efecto que la interacción cromática produce en la percepción. Pone en práctica las teorías de Matiushhin centradas en la aleatoriedad del color, en su dependencia de los adyacentes, de las formas que lo contienen y de la intensidad de la iluminación.


Alexandr Ródchenko
Composición, 1918. Óleo sobre lienzo
Galería Estatal de Bellas Artes, Perm en colaboración con el Museo Estatal y Centro de Exposiciones ROSIZO




Alexandr Ródchenko
Composición sobe negro (nº 106), 1920. Óleo sobre lienzo.
Museo Estatal de Bellas Artes Pushkin, Moscú


Entre 1916 y 1920, Ródchenko explora todas las posibilidades que le brindan las combinaciones de líneas y colores, con el objetivo de que surjan asociaciones formales inéditas. 

Al haberse volcado en la abstracción sin pasar por la deconstrucción del objeto, su arte rehuye la meta que se habían marcado el cubismo, el cubofuturismo y el suprematismo, es decir, el conocimiento del mundo. Por lo tanto, su obra que en ningún momento deja de ser técnica, se sitúa en las antípodas de la de Malévich.

Contra el cuadrado malevichiano, Ródchenko se prodiga hasta la saciedad en círculos, elipses y óvalos.
Composición sobre negro (nº 106) adopta la línea como base plástica. 

En la aparente ligereza y la sencillez de este complejo lineal residen tanto una aportación novedosa al suprematismo como el principio del futuro constructivismo.


Alexandr Ródchenko
Dos círculos  (nº 127), De la serie Lineísmo, 1920. Óleo sobre lienzo
Museo Estatal de Bellas Artes Pushkin, Moscú




Alexandr Ródchenko
La línea  (nº 128), De la serie Lineísmo, 1920. Óleo sobre lienzo.
Museo Estatal de Bellas Artes Pushkin, Moscú


Notas
1
2

El Orfismo o cubismo órfico es el nombre dado en 1913 por el poeta Guillaume Apollinaire a la tendencia colorista y abstracta del cubismo parisino que exalta el color y la luz, emparentándolos con Orfeo, el personaje de la mitología griega que, por su sobrehumano manejo de la lira, representa la conjunción de la música y la poesía.

Arq. Hugo Alberto Kliczkowski Juritz
permitido reproducir parcial o totalmente citando la fuente
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